Aspecto de la estatua de Pelayo y la plaza del Marqués al terminar el partido. (Foto. Sr.Sportinguista). |
40 SEGUNDOS.
Allí estaba yo, con más gente. La verdad que ayer me levanté bastante contento sin razón aparente y por eso me animé a ir a mezclarme entre el jaleo que se montó en la plaza de Pelayo, con camiseta del Sporting incluida. Los primeros 20 minutos del partido me animé aun más y empecé a intentar creer que el ascenso era posible de verdad, pero no todo iba ser tan sencillo. En el partido, el Betis no cedía terreno y además disponía de ocasiones, por eso, la tragedia estaba pendiendo de un hilo. Cuando marcó el Girona el ambiente se enfrió, bueno, un poco solo, porque la mayoría estaba allí con la sana intención de pasarlo bien, y así seguía siendo a pesar de que las cosas estaban muy negras.
Al estado de ánimo de la afición ha contribuido la actitud de un equipo que se enfrentó a lo mismo durante toda la temporada: aunque las cosas estuvieran muy negras y el futuro se fuera coloreando cada vez de un más que incierto y poco agradable desenlace sobre todo por lo económico, el Sporting fue capaz de enfrentarse siempre a todos los obstáculos hasta la gloriosa victoria final de ayer.
Aunque no me guste el populismo, se que el ejemplo puede ser válido y extrapolable para muchas personas que hoy en día luchan contra lo incierto, lo oscuro, lo triste, y no se rinden, como un imán que tira de las ilusiones y el ánimo desde lo voluble y simple del fútbol.
Al descanso, al ir a buscar algo para beber que no fuera el agua de la fuente, pude ver a la gente sentada fuera en los bancos de los bares. Algunos con gesto serio, con la mirada puesta en el horizonte, disfrutaban del sol que empezó a aparecer. ¿Una buena señal?. No se, el caso es que al regreso, lo vi personalmente todo un poco más descolorido. Ya no me hacían gracia los condones hinchados que algún gracioso tiraba al aire. Me puse serio, hasta un rato después.
El 0-3 en Sevilla tuvo que poner nervioso a los chicos del Girona en Montilivi, que se metieron a defender un peligroso 1-0, que finalmente sería mortal para sus aspiraciones. Con el gol del Lugo se desató la euforia como un terremoto con epicentro situado en el móvil de alguno que dio la noticia. Luego llegó la celebración con el supuesto final del partido.
Pero no todo había terminado. Cuando ya nos creíamos sin haberlo creído todavía del todo que el Sporting regresaba a Primera División 3 años después del descenso de 2012, supimos que en Girona no había terminado todo. Incidentes lamentables tras un gol anulado al conjunto de Montilivi habían llevado a que se suspendiera temporalmente el partido: quedaban 40 segundos por jugarse.
¿Qué es el tiempo?, ¿existe?. Quizá, solo quizá, el tiempo no es más que una sensación subjetiva del ser humano, un cronómetro que se activa en el momento de nacer y se detiene con el último latido del corazón. A veces 1 segundo es un suspiro, otras veces una interminable eternidad. 3 años pueden pasar volando, o no pasar, y 40 segundos ser un profundo infinito. Pero sabemos también que otras veces el tiempo no existe, se destruye con una mirada, con un instante fugaz congelado en el tiempo, un momento que se detiene por alguna razón que desconocemos y algún día en un flash, en 1 segundo o menos, todo cobra sentido.
Esos 40 segundos fueron como el momento final de una película en el que el héroe derrota al malo y se lleva a la guapa de la historia. 40 segundos que en este caso, tenían un final incierto, en el que aun sin jugar hubo que seguir creyendo y peleando hasta el final, con un ascenso celebrado dos veces en uno.
NOS VEMOS EN PRIMERA.
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